
Día 2: Filosofías de café y despidos injustos
Querido diario,
Hoy me he enterado de una noticia que me ha dejado con el bocadillo de queso a medio morder: han despedido a una compañera que llevaba más de 25 años en esta empresa. Vamos a llamarla «Lola» (porque, por supuesto, este no es su verdadero nombre, pero su historia lo merece). Sí, querido diario: la Lola, la que sobrevivió a tres fusiones, doscientos directores de Recursos Humanos, dos reestructuraciones y, según cuenta la leyenda, incluso a la máquina de café de la oficina cuando todavía funcionaba con monedas de peseta.
El anuncio llegó como siempre llegan estas cosas: con cotilleos y un e-mail cargado de frases vacías, tipografía formal y cero alma. «Agradecemos a Lola por sus años de dedicación y esfuerzo, y le deseamos lo mejor en su futuro.» Y mientras leía esas líneas, solo podía pensar: ¿De verdad valemos tan poco aquí? ¿Somos solo líneas en una hoja de Excel que se borran con un click cuando ya no les servimos?
Pero lo peor de todo no fue el e-mail. Fue ver el asiento vacío de Lola y darme cuenta de lo rápido que el mundo corporativo sigue adelante. Porque esta mañana nadie mencionó su nombre, nadie alzó la voz para decir que esto era una injusticia. Supongo que todos estaban demasiado ocupados pretendiendo que el optimismo empresarial no es una gran farsa. Y yo, por mi parte, miraba a mi teclado y pensaba: ¿Seré yo la siguiente línea en desaparecer?
Entre línea de código y mordisco a mi bocadillo de queso (ese fiel amigo que nunca me falla), me vino una mezcla de tristeza e indignación. Porque Lola no solo era una compañera. Era la que siempre sabía cómo hacer que la impresora funcionara, la que traía churros los viernes, y la que te miraba de reojo en las reuniones interminables como diciendo: «Aguanta, que luego hay café y donuts de chocolate». Y ahora, de un plumazo, ya no está.
Querido diario, supongo que esto es un recordatorio de que, en esta jungla de despachos y métricas, ninguno de nosotros es más que un número. Pero también, y tal vez porque soy un poco cabezota, me niego a resignarme a esa idea. Lola tal vez ya no esté aquí, pero pienso llevar su legado con orgullo: seguiré cuestionándolo todo, comeré donuts de chocolate cada vez que pueda, y miraré a mis jefes con esa misma cara de «¿De verdad te crees lo que estás diciendo?»
Y a ti, Lola, si llegas a leer estas líneas, quiero que sepas lo mucho que te voy a extrañar. Por los donuts, por las risas y por todo lo que me enseñaste, por tus miradas cómplices y por el ejemplo de fortaleza que siempre fuiste. Donde sea que te lleve el futuro, estoy segura de que vas a brillar, porque no hay reestructuración que pueda apagar a alguien como tú. Buena suerte, compañera. Y recuerda: esta empresa podrá olvidarte, pero yo jamás lo haré.
Con cariño, sororidad y un toque de ironía, Paqui 🧑💻☕🍩
¡grande Paqui! en el área SAP tenemos ‘directores’ que vienen y van, no nos duran ni 6 meses algunos, y aquí seguimos, intentando retener los nuevos nombres de los nuevos fichajes… para que en diciembre nos digan, como siempre, que no nos pueden subir el sueldo… casi envidio a Lola, si me echan por lo menos me tendrán que indemnizar por todos los años que les aguanté, y recuperaría parte de lo robado por la absorción de la antigüedad