Ética a mordiscos.
Querido diario,
Hoy vuelvo a enfrentarme a ese reto anual que mi empresa tiene preparado para nosotros, los sufridos empleados y empleadas: el maravilloso y flamante curso obligatorio “Código Ético 2025”. ¡Bum! Me explota la cabeza de emoción solo de pensarlo porque la experiencia, como siempre, será comparable solo con masticar cristales.
En fin, no hay dolor. El año pasado también lo hice y no lloré, así que vamos allá. Entro en la plataforma, le doy al “play” y he aquí mis primeras impresiones: la voz en off del curso es como una croqueta de jamón que ha pasado demasiado tiempo al sol: cada vez que pronuncia mal el nombre de la compañía y dice “Atouus”, me entran ganas de arrancarme un pelo de la nariz o de tomarme un chupito, y eso que solo son las 10 de la mañana.
Atouus… Atouus… Una y otra vez, me parto.
Hola, soy Paqui y trabajo en Atouuuus. Paqui “la informática ética” de Atouuusss. Jajajajajajajaja… Me descoyunto yo aquí sola diciéndolo una y otra vez. Atouuuusss… Atouuusss….
Venga, ya está bien. Un poco de seriedad, que hoy estoy en la oficina y parezco la chiflada aquella de la peli “Misery”, descojonada de la risa como una lunática delante de la pantalla. Al lío y a tomar notas, que al final del curso hay un examen que hay que superar para terminar con este tormento hasta el año que viene.
El primer módulo del curso es un despliegue de azúcar glas: palabras bonitas, mucho brillo y nada de sustancia. El CEO de la empresa, con ese tono de quien nunca se ha manchado la camisa apretándose un buen cocido, recita: “nuestro compromiso con la ética y el cumplimiento normativo” y “la ética va más allá de lo que exige la ley”. Claro que sí, guapi… como cuando te comes un bocata de chorizo después de prometerte a ti misma que empezarías la dieta después del desayuno. Una ética tan distante como la última vez que vi una subida de sueldo, allá por la era de las hombreras y los jerséis de rombos.
Atouuuus…
Me descojono, ya basta.
A continuación, empiezan a desfilar los platos fuertes del menú del curso:
CONFLICTO DE INTERESES. La teoría dice que mezclar trabajo y vida personal es como meterle mermelada a un buen cachopo: un escándalo. Pero debe ser que no cuenta el hecho de ascender a amiguetes, contratar a primos o premiar con subidas de sueldo solo a “sus elegidos”. Me imagino al CEO haciendo el test y marcando la casilla “no tengo amigos en la empresa”, mientras reparte ascensos y bonus de forma incomprensible. Eso sí: como intentes cobrar horas extra que realmente has hecho, eres el enemigo público número uno.
LUCHA CONTRA EL FRAUDE. Esta parte es genial, porque al parecer ahora el fraude es cosa nuestra, de los curritos y curritas, el eslabón más bajo de la cadena. Las auditorías internas van y vienen, el juego de los trileros con los números está a la orden del día, pero las sospechas de fraude caen siempre hacia abajo. Ingeniería social (y laboral) en toda regla. Así es la ética del siglo XXI.
LEYES ANTIMONOPOLIO. En la empresa, la competencia la conocemos solo porque la jefatura habla de ello en las reuniones. ¡Somos líderes del sector, no hay quien nos tosa! Yo, la única posición dominante que he visto es la de la dirección sobre nuestras espaldas, pero oye, todo sea por cumplir la ley.
Y entonces llega a la mejor parte del curso, la que se repite año tras año pero que nunca deja de fascinarme: la sección “detecta cambios sospechosos en tus compañeros de trabajo”. Porque hay que vigilar si alguien de la plantilla de repente aparece con un cochazo nuevo, presume de vacaciones de lujo o renueva su cocina. ¡Por fin el verdadero sentido de la ética! ¿A quién no le gusta convertirse en investigador privado de tus colegas, en espía en toda regla al servicio de Atouuus?
“¿Has visto el móvil que lleva Juan? Seguro que trafica con datos de clientes”.
“Y qué me dices del peluco que se ha comprado Rober? Este anda metido en algo chungo seguro”.
“¿Que la Paqui se ha ido de camping a Benidorm? ¡Pero qué me dices! Esta tiene un chanchullo con el del parking, me juego lo que quieras”.
Madre del amor hermoso… si de verdad tuviera que montar un pollo cada vez que veo a alguien de la jefatura conduciendo un cochazo… la gente del departamento “Compliance” no ganaban para leer denuncias anónimas. Porque, al parecer, ser entrometida y desconfiada es ahora un valor de empresa. Así que yo, fiel a la nueva doctrina, he decidido desconfiar de Recursos Humanos: siempre que envían un mail pidiéndote que cuides tu espalda, que comas sano y todas esas paridas, fijo que algo turbio traman. Como la bruja de la casita de chocolate, engordando a “Hansel y Gretel” para luego comérselos.
Y por supuesto, final épico: “La empresa debe crear un entorno de trabajo ético e inclusivo, condenando cualquier tipo de acoso e intimidación”. Se me saltan las lágrimas de la risa, recordando la última reunión en la que se repartieron gritos y amenazas como folletos, o los últimos despidos bajo el nombre de “reestructuración” en lugar de “está gente sale más cara que un becario”.
Mira… paso. Voy a comerme un donut de esos de colorines y ya haré otro día el test final del dichoso curso.
Con paciencia y cristales aún entre los dientes, Paqui. 🧑💻☕🍩
Atouuuusss… Jajajajajajajaja.
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